-Aquí el aire es de un olor diferente, dijo aspirándolo fuertemente por su gruesa nariz. El sol es de un color diferente, su calor es diferente, la gente diferente, sin olor, sin calor sin color.
Creo que se dio cuenta de la ofuscación con la que lo decía y apuntó.
-¡Buena gente, pero distinta! ¡Ojos distintos! Nada me recuerda a los míos y sin embargo no logro olvidarlos, no pasa un solo día, minuto, segundo, que no los tenga aquí.- Y se llevó sus dos manos curtidas a las sienes.
-Si bebo de vuestra agua, recuerdo el agua que no tienen ellos. Si como, recuerdo la comida pobre de mi poblado. Si me cubro con una manta pienso que con ella se taparía toda mi familia. Todo me acerca más a ellos. Si beso a mi pequeño, me culpo de no estar besando a los otros tres, porque… no es justo…¡¡no es justo!! Quiero volver y sufrir lo que mis hijos sufren, pero si vuelvo sufrirían más, como los demás niños de allí, que no tienen a su madre para que les manden nada, ¿me entiendes?
(Lita Gomez de Duendeadictos)
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